domingo, 11 de octubre de 2015

Un temor irracional

Se despertó repentinamente. Un sudor frío recorría su frente. Sentía una inquietud provocada por algún temor desconocido. Poco a poco se fue centrando en su situación actual. Estaba sólo en la casa. Toda su familia había salido de fin de semana. A ver a los abuelos. La oscuridad era opresiva. Tenía que encender la lamparita para que sus ojos pudieran deleitarse viendo dónde estaban los límites de la habitación. Sin embargo, no se atrevía a moverse. Era un temor irracional. Sabía que si se movía, lo que estaba al otro lado de la puerta de su habitación detectaría su presencia. Mientras no moviese ni un solo músculo estaría a salvo.

Pero, ¿había realmente algo esperándolo en su casa o eran sólo los pensamientos de una persona que se había despertado de súbito? Curiosamente, tenía la certeza de que había algo. O, al menos, alguien. Ahora sintió vergüenza de su actitud. ¿Era acaso un niño? Sin hacer el menor ruido, alargó el brazo lo suficiente como para encender la lámpara de la mesita de noche. La luz invadió la habitación, y sólo las esquinas quedaron envueltas en la penumbra.

De todas formas, ahora que veía la puerta, la sensación de que había algo tras ella, escuchando apoyado sobre ella, se hizo más acuciante. ¡Debía evitar hacer ruido! Pero tenía que hacer algo. Su vista recorrió rápidamente la habitación, buscando algo con qué defenderse de aquella criatura.


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