lunes, 26 de octubre de 2015

Secreto desvelado

Era un día cualquiera y, como tal, Enrique salió del trabajo a la hora acostumbrada. Pero ya nada podía ser igual. Le habían traicionado, y lo sabía. Aquel secreto tan celosamente guardado durante tantos años, ahora había quedado al descubierto. Sería imposible controlar los resultados.

Se encaminó por la penumbrosa callejuela hasta dar con su coche. Cada día se veía obligado a dejarlo en un lugar diferente, por miedo a sus enemigos, y muchas veces era incapaz de recordar el sitio exacto donde lo había dejado.

Justo cuando se disponía a introducir la llave en la cerradura, vislumbró una sombra con el rabillo del ojo. Quizás lo había imaginado, pero su profesión le había enseñado a no dejar nada al azar. Sacó su pistola y se dirigió al lugar donde había intuido el movimiento. Se recordó a sí mismo haciendo lo mismo, en una calle similar, hacía unos días. De hecho, eran incontables las veces que había repetido el proceso durante las últimas semanas.



En ese momento se produjo un estallido de luz. Todo a su alrededor quedó invadido por una cegadora luminosidad. Al principio no podía ver nada, pero poco a poco fue distinguiendo las formas... desgraciadamente. No había nada de alentador en distinguir aquellas formas, esas formas que tantas veces se la habían aparecido en sueños. Sabía que no tenía donde huir, pero a pesar de ello corrió. Un penetrante ruido le perforó el tímpano: estaban muy cerca.

Sin ni siquiera pararse para apuntar, hizo dos disparos tras de sí, con la esperanza de que eso les retrasara. En ningún momento pensó que eso les detendría, pero al menos quería ganar unos segundos. En aquellos momentos, vivir un segundo más era un maravilloso regalo...

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