miércoles, 30 de diciembre de 2015

Espíritu de la Lluvia

Llevaba días caminando por el bosque sin toparse con nadie. Comenzaba a pensar que aquel no era el camino correcto. Quizás tenía que haberse desviado a la izquierda al cruzar el último puente sobre el arroyo. Aquella había sido la única construcción humana que había visto desde entonces y ya comenzaba a sentirse inquieto.

Caminaba con paso pausado por entre los frondosos árboles, disfrutando de cada hoja, de cada rama. Qué maravilloso sería poder vivir en un lugar así. Sin preocupaciones, en contacto con la naturaleza, pero sabía que aquello no era posible. Hacía siglos que los bosques de aquella región estaban encantados. Afortunado era el hombre que conseguía dormir al raso y despertar al día siguiente. La magia se respiraba en el ambiente. Era imposible saber si aquello era bueno o malo.

Tenía que encontrarlo cuanto antes. Hadril, el espíritu de la lluvia. Sabía que estaba cerca, pero algo se le escapaba. Miró en derredor. Se encontraba en un claro cubierto de hierba verde y fresca. Sería un buen lugar para descansar. Así disfrutaría de la luz del sol. En algunos lugares el bosque era tan espeso que parecía que la noche lo envolvía.



Se concentró en su misión. Debía estar bajo un hechizo. Tugrul, un mago que décadas antes se había aliado con el mal, había lanzado una maldición contra su pueblo y ahora debía haberlo encantado a él mismo, para tratar de impedir que encontrara a Hadril. Mientras tanto su pueblo moría de sed, los cultivos se secaban, los ríos dejaban de fluir, tal había sido la maldición de Tugrul. Ningún agua, ni líquida, ni sólida fluiría por su tierra en los próximos siete años.



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