martes, 29 de diciembre de 2015

El Protector del presente

Los dos se encontraban frente a frente en la cabina del metro. Ninguno quería hacer daño a ninguna de las personas que se encontraban en el abarrotado vagón. Pero ninguno podía correr riesgos. Allí es donde se iba a decidir el destino del mundo tal y como ellos lo conocían hasta ahora.

En una esquina, el representante de los que esperaban y deseaban que todas las cosas siguieran como hasta ahora: que pudieran ir a comprar el pan todas las mañanas y que sus hijos pudieran seguir yendo al parque los domingos por la mañana.

En otra esquina, el que quería cambiar el orden establecido o, mejor dicho, el que quería establecer el desorden. Quería ver el dolor en la cara de esos abuelos y de esos padres cuando se dieran cuenta de que ya no quedaban niños que llevar a los parques. Bueno, al menos les quedaría el consuelo de que tampoco habría parques a los que podrían haberlos llevado. Pero cada cosa a su tiempo. Ahora había decidido no matar a nadie de este vagón. Él también tenía sus momentos.



Comenzó a avanzar hacia su enemigo, apartando bruscamente a la gente de su camino. Varias personas estuvieron a punto de protestar, pero se habían callado aterrorizadas al ver el brillo de sus ojos y la expresión de su cara. Era como ver el rostro de la muerte, si es que la muerte tenía algún rostro.

Pero su contrincante no se quedó quieto. Metió su mano derecha en el bolsillo y empuño
firmemente su defensor, aquel arma que tan fielmente le había servido durante los últimos meses. Rozó su superficie con la punta de sus dedos y rápidamente notó que la energía fluía de ella y se extendía por todo su cuerpo. De repente, se sintió mucho más fuerte , se sintió invencible... aquella sería la última noche que el Terror caminaría por este mundo.

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