Su vida era una mierda, y lo peor para Gonzalo era que lo sabía. Era imposible no darse cuenta, sobre todo durante el fin de semana. Cuando llegaban las tres de la tarde del viernes y acababa todo su trabajo semanal, se le venía el mundo encima. Cada fin de semana era como una nueva hoja en blanco que tenía que rellenar con sus aventuras y desventuras. Pero, desgraciadamente, cuando llegaba cada lunes, se daba cuenta de que había dejado la hoja en blanco.
Su único contacto con el resto de la humanidad era internet. Siempre intentaba conocer gente a través de los chats, en un vano intento de salir de su encierro. Era inútil... ni siquiera en los chats era capaz de mostrarse expresivo. Siempre que comenzaba a hablar con “diosa25” o “aracne24” se quedaba bloqueado. Era incapaz de decir nada interesante, salvo el hola inicial. Así que normalmente se dedicaba a contemplar los diálogos que los demás mantenían, intentando captar qué era lo que él hacía mal cuando se comunicaba con esas chicas.

Hasta que llego el día en que conoció a Gianina. A partir de ahí comenzó una nueva vida para Gonzalo. Aunque, desgraciadamente para él, esta nueva vida le condujo más rápidamente al desastre final.
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